Un automóvil convencional tiene alrededor de 30.000 piezas y un eléctrico, aproximadamente un 60% menos
Un coche eléctrico genera importantes ahorros a lo largo de su vida útil respecto a un modelo con motor de combustión, que compensan en cierta medida el superior desembolso inicial (diferencia que se ha reducido con las actuales ayudas del Plan Moves II), según explican desde Peugeot.
El coste de energía de un Peugeot e-208 para un recorrido de 100 km oscila entre 0,55 y 2,04 euros -una horquilla que contempla variables como el precio al que tenemos contratada la electricidad o la hora de carga- frente a los 5,2 euros/100 km que precisa su versión diésel equivalente.
Y con un gasolina, la ventaja es aún mayor.
Otro importante factor a tener en cuenta es el mantenimiento, aspecto en el que el eléctrico también es más económico.
Los coches eléctricos son muy avanzados tecnológicamente, pero mecánicamente resultan mucho más sencillos que los automóviles tradicionales.
Un automóvil convencional tiene alrededor de 30.000 piezas y un eléctrico, aproximadamente un 60% menos.
La mayor parte de este “ahorro” viene del motor, un mecanismo “de relojería” extremadamente complejo en los coches de combustión, que es infinitamente más sencillo en un eléctrico.
El motor eléctrico de un coche básicamente cuenta con un eje, un rotor, el bobinado, las escobillas, los cojinetes, el estator y la carcasa.
Y solo tiene una parte móvil: el rotor. Un motor gasolina o diésel cuenta con una ingente cantidad de piezas, muchas de ellas móviles y, por lo tanto, sometidas a desgaste.
Por este motivo, un motor eléctrico es menos susceptible de sufrir averías y apenas requiere de mantenimiento.
No tiene piezas móviles sometidas a desgaste; ni aceite, filtros, bujías, calentadores o correas que cambiar periódicamente.
Otra gran fuente de ahorro de piezas es la transmisión.
Los eléctricos de Peugeot no tienen caja de cambios (con cientos de piezas móviles en su interior), ni embrague (que requiere un mantenimiento).
El tercer campo mecánico en el que hay grandes diferencias es en el de los elementos periféricos al motor.
Un bloque gasolina o diésel está rodeado de bombas, válvulas, actuadores, cajas, colectores, alternador, motor de arranque, sistemas de alimentación (con complejos sistemas de inyección y sobrealimentación) y escape (con sofisticados sistemas para reducir las emisiones).
En un eléctrico, casi todo esto desaparece. Por último, la electrónica necesaria para gestionar un motor eléctrico también es muchísimo más sencilla.
Solo el sistema de refrigeración del motor de un eléctrico es más complejo, pues además de para el motor, se emplea para mantener la temperatura óptima de la batería, la electrónica de potencia y el cargador.
Pero su líquido se renueva igual que en un coche convencional: cada 175.000/180.000 km o 10 años.
De esta forma, el mantenimiento de un motor eléctrico y de su transmisión es prácticamente inexistente.
Muchas de las labores necesarias se circunscriben a una inspección visual para comprobar que todos los componentes del sistema de alta tensión y sus aislamientos se encuentran en perfecto estado.
Hay elementos que en un eléctrico tienen el mismo desgaste que en un coche convencional, como las escobillas de los limpiaparabrisas, o los asientos y todos los mandos interiores.
Pero hay dos, muy importantes, en los que vuelven a aflorar las diferencias: neumáticos y frenos.
Aunque un coche eléctrico pesa más que uno con motor de combustión, la lineal forma de entregar el par de su motor castiga menos los neumáticos.
Eso sí, ese peso se nota en un mayor desgaste de los amortiguadores.
En el sistema de frenos la diferencia es mucho mayor, gracias a que parte de la frenada del coche se realiza a través del sistema de regeneración de energía.
Este freno eléctrico permite reducir la velocidad con solo soltar el pedal del acelerador y sin necesidad de recurrir al pedal del freno.
Si se conduce con suavidad y se aprovechan todas las posibilidades de conducción eficiente que ofrece la tecnología eléctrica, es posible que no haya que cambiar las pastillas de freno durante todos los años que se use el vehículo.
Eso sí, al igual que en los modelos de combustión, sí está programada la sustitución del líquido de frenos cada dos años.
El elemento más costoso de un coche eléctrico es la batería y, salvo por las inspecciones visuales, no contempla un mantenimiento programado.
Para aumentar su durabilidad, la batería de los Peugeot e-208 y Peugeot e-2008, a pesar de tener una capacidad total de 50 kWh, rebaja su capacidad útil a 46 kWh como método de protección.
Este componente cuenta con una garantía de 8 años o 160.000 km al 70% de su capacidad.
El sistema de diagnosis DiagBox de PSA permite conocer el estado de carga de la batería de tracción, así como su estado de salud.
De esta forma, el propietario puede saber cuál es su capacidad de carga en todo momento e incluso puede pedir un certificado en el concesionario, que aumenta el valor de reventa del coche.
Fuente: “Actualidad” de Posventa.info